Cuando el plástico pasa de enemigo ‘número uno’ a materia prima valiosa

Reciclar todos los residuos plásticos es una prioridad para los cruceros  y operadores locales como TMA son una pieza imprescindible

por Mar Claramonte

En la segunda entrega de la serie de artículos centrados en la gestión de los residuos, profundizamos en el plástico, probablemente el material que más alarma genera en el mar, ya que su uso está muy extendido y puede flotar durante años. Tarda mucho en desintegrarse y está considerado peligroso para la supervivencia de los animales marinos, que suelen confundir los plásticos con alimentos y pueden quedar atrapados en envases, bolsas y cuerdas. La mejor acción es la prevención. Por esa razón, las navieras han puesto en marcha políticas de eliminación de plásticos de un solo uso, siguiendo las recomendaciones de Naciones Unidas.

Las compañías de crucero ponen todo su empeño para garantizar que los residuos plásticos generados a bordo en ningún caso acaben en el mar y siempre se almacenen debidamente separados del resto -vidrios, cartones, desechos orgánicos…- hasta poder ser descargados en puerto. Y es que, con un tratamiento adecuado, el plástico puede llegar a transformarse en una materia prima muy útil para distintos sectores, ya sea en forma de objetos similares a los originales (como, por ejemplo, un envase a menudo vuelve a tener ese mismo uso) o muy diferentes (como una silla de terraza, que puede acabar siendo un palé para fruta). 

Residuos plásticos procedentes de un crucero recogidos en la planta de TMA en el Port de Barcelona

Una de las empresas ubicadas en el Port de Barcelona que se encarga de recoger estos residuos de los buques y prepararlos para que la industria los pueda reutilizar es TMA. Con sede en Cataluña y 45 empleados en su planta del Port de Barcelona, ofrece un servicio integral de gestión y reciclaje de desechos generados a bordo de un barco.

En el 2018, TMA comenzó a trabajar para la industria de los cruceros. Desde entonces los clientes en este sector han ido ganando peso en su actividad. Así, en temporada alta pueden realizar de cuatro a seis servicios al día. 

Según David González, responsable comercial residuos MARPOL de TMA, “la industria de cruceros es muy consciente de la importancia de segregar los residuos de sus barcos y va muy avanzada en este sentido. Suelen hacer un muy buen pretratamiento a bordo”. Asimismo, González señala que “en el puerto se descargan los residuos y en TMA facilitamos su trazabilidad”. Por ello, recalca la importancia de la coordinación entre navieras y empresas de gestión de residuos para que éstos sean valorizables. Es decir, que tengan salida al mercado. “Tenemos muchos datos, podemos ayudarles y asesorarles para que todo lo valorizable se saque adelante”, afirma.

TMA se encarga de emitir un certificado MARPOL, un documento legal que recoge las cantidades de residuos que se han recogido. Esa parte consta en un reporte interno de los residuos valorizables de sus barcos que TMA entrega a sus clientes. 

Por otra parte, González recalca la transparencia y trazabilidad del proceso en el Port de Barcelona, que es uno de los más avanzados de Europa en esta materia, algo que las compañías de crucero agradecen. Además, la Agencia Catalana de Residuos vela escrupulosamente por la trazabilidad, por lo que todo el proceso queda documentado.

En el caso concreto de los plásticos, que son fácilmente reutilizables, TMA se encarga de segregarlos intensamente por tipo y color en su Centro de Recuperación de Residuos y Reciclaje del Port de Barcelona o bien en la planta de mayor tamaño que posee en Sant Cugat. “Cuanto más segregados y limpios nos los entreguen los barcos, mejor”, explica González. Una vez identificados y clasificados los que tienen valor en el mercado, se quitan las impurezas y se procede a su troceado para obtener piezas más pequeñas y a su triturado. 

Posteriormente, se embalan y quedan preparados para ser vendidos a empresas compradoras de plástico -principalmente establecidas en Barcelona y en el resto de España- que seguirán con su tratamiento para, a su vez, venderlos como materia prima secundaria o reciclada de alta calidad a fábricas que elaborarán con ella nuevos productos. En muchos casos, se emplean para botellas y todo tipo de envases y cajas para alimentos, en lo que se conoce como reciclaje de círculo cerrado, ya que ese material se convierte en el mismo tipo de producto que era originalmente. Sin embargo, pueden destinarse a cualquier otro sector y acabar siendo piezas técnicas de automoción, maquinaria y, en menor medida, mobiliario. 

De esta manera, la industria de los cruceros constituye el primer eslabón de una gran cadena de valor que cada vez funciona mejor engrasada para garantizar que los residuos se aprovechen de distintas formas y tengan nueva vida útil. Esta participación en la economía circular está creciendo. Una tendencia imparable que continuará afianzándose en los próximos años.

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